Ahora que pienso, debe ser difícil ser humorista gráfico y tener que responder con altos niveles de creatividad y técnica a una demanda laboral en general abrumadora (diarios, revistas). Salvo que uno sea Nik, que tiene el talento de ser siempre malo, o Rep, que posee una genial eficacia para el embole , el resto tiene brillos y opacidades.
Auge y decadencia del humorista gráfico: En la vorágine repetitiva del humorista gráfico hay dos herramientas a las que se apela universalmente. La genitalia y el juego de palabras. El chiste "zarpado" de pijas y tetas es un flagelo que mata a las mentes más brillantes. Quizás la culpa la tiene Crumb, o la mala lectura de Crumb, porque Crumb tiene un universo por fuera de la genitalia.
Además de evitar la genitalia, Montt en este libro tiene dos aciertos: apela al juego de palabras como ruta del absurdo y escapa de la sensiblería demagógica de Liniers a pesar de bordearlo en la estética.
Detalles por fuera de la obra: 1) La dedicatoria : "Al litio...No, mejor no" 2) En los agradecimientos, dentro de la categoría "genialísimos" incluye a Malena Pichot.
Ciclo de vida de un libro de humor gráfico: este tipo de libros es un mosquito. Uno los lee en unos minutos, la eficacia de los chistes se va perdiendo a medida que pasan las páginas, no porque sean peores, sino por que uno se desensibiliza a la sorpresa. Una vez terminado, pasa a ocupar un lugar de la biblioteca que siempre es heterogéneo, y vuelve a tener un momento de gloria si alguien en alguna reunión lo agarra y empieza a decir "jaja, éste está muy bueno, mirá".
Articulación personal: yo me he comprado libros de humoristas de la New Yorker, sí. Tengo dos (dos!) de Roz Chast. Es más: en el uno a uno estaba suscripto casi que más por los chistes que por las notas largas sobre un dictador asiático.
Nivel de disfrute de la lectura: siete con veinte
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